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viernes, 3 de marzo de 2017

En el más recóndito lugar de la isla






























En el más recóndito lugar de la isla vivía Ofelia junto a su jefe al que le cogía los dictados con la máquina de escribir.
Ella se preguntaba de que servía mandar las notas de socorro mecanografiadas dentro de cada botella de Coca-Cola de las que tenían un cargamento entero. En realidad su jefe la escribía a ella, le gritaba lo más serio posible que tenía que salvar su corazón de los caníbales que querían arrancárselo y comérselo.
Ella nunca había visto a los salvajes pero algunas noches en la choza oía el tan-tan de danzas primitivas y eso la hacía despertarse y corría a escribir en su antigua máquina de escribir, cuentos tranquilizadores, y nanas y canciones para que su jefe al que siempre querría, no sufriera y durmiera tranquilo.
 Un día en el que se despertó con el inquietante tan tan, en vez de acercarse a escribir, se acercó a la choza contigua y le miro dormir. Tenía una pesadilla estaba sudoroso y gemía algo ininteligible. Acerco el oído a su boca. El susurraba Ofelia, Ofelia.... Le acarició la frente perlada de sudor y besó sus labios. El no despertó. Se metió en su cama y le abrazo para darle calor. Estaba helado. Él se removió en sueños. Respondió a sus caricias. Abrió los ojos y sonrió. Beso su frente y se quisieron tan apasionadamente que él nunca volvió a tener miedo de los caníbales ni de los tan-tan.
 Y desde entonces viven los dos tranquilos en la isla, y ahora, la que escribe es ella, canciones y poemas de amor para que su amado cada noche lance una botella al mar para que todos sepan lo felices que son.

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