Erase una vez una niña, Chelo. Chelo era una
niña taciturna, callada, de mirada triste, pero tenía una sonrisa, que, cuando
se la sabían sacar, le iluminaba y le llenaba su cara de luna, pálida,
frágil y a veces ojerosa, y cuando sonreía estaba verdaderamente guapa.
Chelo tenia 5 años, y su hermanito Rubén, 3. Con el lo
compartía todo, (menos los juguetes). Los juegos, las risas, a veces algún
lloro, cuando su hermano se ponía travieso y la pellizcaba o la mordía. Pellizquitos de monja que le hacían derramar unos lagrimones
de sus ojos inmensamente grandes y negros, que parecía que te podías ahogar en
ellos, pero que cuando su padre la miraba se le calmaban todas las tristezas.
El problema era que su padre trabajaba mucho y
no siempre podía estar con ella y jugar con ella. Jugaba con los abuelos cuando
iban a verla, tanto paternos como maternos, con las amiguitas del colegio, con las vecinitas, en verano, en la piscina o en el parque. Pero
ella echaba de menos a su tía.
Su tía también trabajaba mucho, pero la quería muchísimo. Ya tenía una edad y no
siempre podía recorrer la distancia que le separaba de su casa, pero aún así, a
veces iba a verla y su tía, que sabía leer el pensamiento de la niña, sabía que
algo no iba bien.
- ¿Que te pasa Chelo, te va bien en el colegio?
- Si -decía su padre-, ha sacado unas notas
estupendas.
-¿Comes bien?
-Si, -asentía su padre-, en el comedor
come casi de todo.
Chelo, había sido un poco melindrosa de pequeña con la comida, en eso se parecía a su
madre.
Su tía María, estaba intrigada, no sabía que le podía pasar a la niña.
- A ver
veamos, come bien, el colegio bien, no está enferma, de hecho hasta parece que
está más gordita,. Hum ¿Qué puede ser?
Después de mucho pensar y pensar, la Tía María llego a la conclusión de que lo que le hacía falta a Chelo, era más compañía, más besos y más abrazos de
su tía y de su familia.
- Si, eso
debe ser.
Así que, esas Navidades se propuso
estar más tiempo con sus sobrinos.
El día antes de Nochebuena, su tía no sabía que regalarles. Se habían portado muy bien, habían sido muy
buenos pero sus sobrinos tenían casi de todo, tenían juguetes, tenían ropa. La tía María no andaba muy bien, económicamente, así que se propuso escribirles un cuento para el día de Navidad, que les contaría el día de Nochebuena. La verdad no había nada que le apeteciera más a la niña Chelo que pasar todo un día con su tía. Y a su tía se le ocurrió una idea:
- ¿Que te
parecería Chelo, pasar un día de
las vacaciones de Navidad en el Parque de Atracciones?, nos hacemos un bocata de lo que más te guste (de cocido, no), y nos
vamos todos al parque de atracciones a montar en los cacharritos.
A Chelo se le iluminó la cara, sus ojos antes tristes, sonrieron y le dio a su tía
el beso más tierno y más bonito que jamás le había dado nadie.
- Gracias,
tía.
- Gracias, Chelo, me has hecho el regalo más bonito que jamás
nadie me ha podido hacer, tu sonrisa y ese beso.
La niña Chelo, sonrió feliz.
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