El armario donde acababa de esconder a su muñeca, era el cuarto de las fregonas. De pequeña su madre la amenzaba con encerrarla en el cuarto de los ratones, como lo llamaba, y ahora lo estaba haciendo con su propia hija. Pobre. Abrió el armario y allí encontró a la pobre niña dando hipidos.
-Ven con mamá.
-Eres mala.
Y se tiró a sus brazos llorando. La acaricio y la dio besitos.
-Si me prometes portarte bien no lo haré nunca más.
-Seré buena.
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