La libertad de separarse o divorciarse la tienen mujeres con estudios o emancipadas económicamente de su pareja y, de este modo, pueden hacer frente a la posibilidad de quedarse solas o con sus hijos y valerse por sí mismas. Pero mientras las mujeres no tengan unos sueldos dignos y se vean relegadas por la sociedad a realizar los trabajos más penosos y peor pagados esa libertad no existirá y se verán obligadas a aguantar a sus parejas durante años. Años de malos tratos verbales, malos tratos psicológicos, y malos tratos físicos que incidirán sobre la autoestima de la mujer y hará que ésta no pueda revelarse, irse o denunciar.
Antes, el manual de la buena esposa dictado por la Iglesia, por la sociedad en general y por los consejos de Elena Francis a las mujeres, inculcaban la sumisión que la mujer debía a su marido padres y hermanos y la protección de las leyes a éstos ante lo que pasara de puertas para adentro, hacía que la mujer tuviera un papel completamente conformista y resignado. Entonces no había muertes, o por lo menos no se publicitaban tanto. Pero la Ley del Divorcio de 1981 y las leyes a favor de la mujer, hicieron a ésta más combativa y sabedora de sus derechos y de que un hombre no puede ningunearla y mucho menos maltratarla con impunidad. Es por esto por lo que la mujer se enfrenta al marido maltratador y es cuando se producen las muertes violentas. Yo siempre pensé en la libertad que tuvieron mis tías que habían estudiado; tenían su carrera y su trabajo y su independencia económica y su libertad, frente a mi madre que dependía económicamente de mi padre y estaba a su merced. Y quise parecerme a ellas, no a mi madre, sino a mis tías, por eso estudié y trabajé y preferí quedarme soltera. Durante años lo de ser soltera me preocupó; pero ahora, viendo como se encuentran otras, cargadas de niños y bajo el yugo de un marido violento, estoy orgullosa de mi libertad y de mi independencia.
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